18/02/2007

QUEMA MIS LABIOS

Extravié mi cáliz de oro.

Solía beber y beber vino sin control. Día y noche me embriagaba en ese estado de otra dimensión, donde no sentía el mundo. Pasaba mis horas allá simplemente navegando entre sueños, colores, sensaciones y todo tipo de estupidez que cualquier clase de estúpido pueda decir sobre el amor.

La resaca era muy corta, de hecho ni la sentía. La necesiad de embriagarme de nuevo era el mejor de los analgésicos. No sólo la curaba, llegó al punto de vacunarme contra ella.

No sé de mi copa dorada. No sé donde esté, si la volveré a ver y si podré volver a embriagarme de nuevo. Esos vasos de hojalata que hay en cualquier rincón me saben a mierda; cortan mis labios y me dejan el peor sabor de boca que usted lector pueda imaginar.

No comprendo cómo el vino de la vida puede ser tan venenoso sin la copa adecuada. No sé que tiene que ver un pedazo de metal con vivir, y no sé que hago un Domingo en la tarde escribiendo desventuras mientras casi todos por ahí simplemente viven.

Hace unos días que el mundo es un lugar irreconocible. Y hace unos días que no entiendo nada.